Salud Mental en la Comunidad Migrante de Connecticut: Una Realidad Urgente y Compleja

Más del 15% de los habitantes de Connecticut son migrantes, y muchos viven bajo una sensación constante de amenaza y vulnerabilidad.

Por Milton Capón Bermeo

La salud mental en la comunidad migrante de Connecticut representa una problemática urgente y compleja que requiere atención prioritaria. Aunque los migrantes se distinguen por su esfuerzo y perseverancia en busca de una vida mejor, enfrentan una crisis silenciosa marcada por el desarraigo, la ansiedad, la depresión, el estrés postraumático y las adicciones. Más del 15% de los habitantes de Connecticut son migrantes, y muchos viven bajo una sensación constante de amenaza y vulnerabilidad. La barrera idiomática dificulta la integración, genera aislamiento social y limita la creación de redes de apoyo, mientras la inestabilidad laboral y el miedo al desempleo contribuyen a un estrés crónico que puede derivar en trastornos de ansiedad generalizada.

El temor por el estatus migratorio alimenta la incertidumbre y eleva el riesgo de sufrir ataques de pánico, insomnio y problemas alimenticios. Según datos del Departamento de Salud Pública de Connecticut (2023), el 22% de los adultos reporta síntomas de depresión y el 27% sufre ansiedad, cifras que se agravan en la población migrante. El proceso migratorio implica experiencias traumáticas como la separación familiar, la discriminación y el racismo.

Las alteraciones en la salud mental repercuten no solo en el bienestar emocional, sino también en el estado físico de las personas. El estrés prolongado debilita el sistema inmunológico, lo que aumenta el riesgo de enfermedades crónicas como la hipertensión, la diabetes y los problemas cardiovasculares. La depresión puede ocasionar pérdida de apetito, fatiga extrema y dolores físicos inexplicables. Además, el uso de drogas como mecanismo de escape agrava la situación, causando dependencia, deterioro cognitivo y conflictos familiares.

El estigma social y el temor a ser etiquetados como “débiles” o “locos” perpetúan el sufrimiento en silencio. Solo el 45% de quienes experimentan alteraciones mentales busca ayuda profesional, lo que deja a más de la mitad de la comunidad migrante sin apoyo adecuado. La falta de seguro médico, trabajos precarios y jornadas extensas dificultan el acceso a los servicios de salud mental y dejan a muchos sin alternativas de recuperación.

La salud mental afecta directamente al núcleo familiar, niños y adolescentes migrantes presencian el sufrimiento de sus padres, lo que los expone a problemas emocionales y conductuales, afectando el rendimiento escolar y la adaptación al entorno. El miedo y la desesperanza pueden convertirse en patrones generacionales, perpetuando el círculo de sufrimiento.

A pesar de los desafíos, la comunidad migrante demuestra resiliencia, iglesias, asociaciones y centros comunitarios ofrecen ayuda, pero la solidaridad interna resulta insuficiente. Es fundamental que las organizaciones, junto con las autoridades, fortalezcan los programas de apoyo, faciliten recursos accesibles y cuenten con profesionales empáticos y capacitados en la realidad migrante.

“Cuidar la salud mental de la comunidad es proteger la vida y la dignidad. Buscar ayuda es un acto valiente que transforma el miedo en esperanza. Nadie debe sentirse solo ni avergonzado; la salud mental es responsabilidad de todos y es tarea de toda la sociedad construir una comunidad más sana, fuerte y unida.”

Milton Capón Bermeo es psicólogo clínico con 18 años de experiencia en Ecuador en las áreas de atención clínica, salud pública y política social; estudiante de la clase PLTI Danbury 2024 y cofundador de la Comunidad Migrante ABYA YALA. Para contactarlo, llame al (203) 809-0603.